viernes, 9 de octubre de 2009

Reconocimiento a mis animales.

Nunca antes había sentido pasión por los animales. Más bien, la única pasión que sentía por ellos -o con ellos- se correspondía con el sufrimiento y el miedo que les profesaba.
Echando una mirada hacia atrás (tan solo para dar valor a la situación actual) me veo escapando de esos seres que van por el mundo haciendo lo que les da la gana en cada momento, sin atender a razonamientos, sin atender a nada más que a sus instintos...¡hay que ver!: me mordían, me arañaban, me asaltaban... y mucho más.
¿a qué tenía miedo?, ¿a quien tenía miedo?
Vaya, vaya, vaya... ¡qué engañada estaba...! ¡qué ignorancia la mía! ¡qué desconocimiento de mí misma! ¡QUÉ NEGACIÓN DE MÍ MISMA!
Lo animal quería acercarse a mí y se estaba comunicando conmigo y yo no entendía nada (como les sucede a la mayoría de la humanidad). Yo no soportaba la idea de que Zoe se me subiera cada vez que nos encontrábamos y, por supuesto, mucho menos que me ladrara y me enseñara los dientes –¡hay que ver Zoe, cuánto tiempo tardé en aceptarte!-.

Mis hijos siempre decían que deberíamos hablar todos el mismo idioma para que los pudiésemos entender. Yo pensaba: ¿cómo van a hablar nuestro idioma los perros?,-¡Que egocentrismo el mío!-.Los niños me decían que deberíamos hablar todos el mismo idioma pero no significaba que tubieran que hablar el mío... con lo cual la clave ya estaba en el aire... ¡tenía que aprender a comunicarme con ellos! ...-¡qué difícil comunicarte con alguien a quien no entiendes!-.

Si la tarea consistía en entenderlos y por ende entendernos... tal vez tendría que estar con ellos. Comenzaba a vislumbrarse la idea de convivir con un perro. Pero nuevamente surgía mi reverso interior sugiriéndome que iba a ser un gran esfuerzo, iba a suponer un gran sacrificio atenderles diariamente... ya no podría ir libremente a ningún sitio... ¡ahora que los niños ya podían acompañarnos a casi todas partes iba a privarme de la independencia nuevamente!... ¡HAI QUE VER CÓMO FUNCIONA LA MENTE HUMANA!

Los niños recibieron el mensaje, sin que yo dijera absolutamente nada, y comenzó el bombardeo diario:
-¡mamá podíamos tener un perro...pequeñitoooooo!,
-¡mamá quiero un perro...pequeñitooooooo!,
-¡mamá te prometo que yo lo cuidaré... pero tu me puedes ayudarrrrrr...!,
- mamá ¿vemos la Dama y el vagabundo?,
- mamá ¿vemos 101 dálmatas?
...y un sinfín de mensajes directos e indirectos que llevaban hacia el mismo destino: CONVIVIR CON UN NUEVO MIEMBRO DE LA FAMILIA

Una tarde de sábado vi a mi hija (en aquel momento ella tenía cuatro años) arrodillada en gesto de oración, con las palmas de las manos unidas y elevando la mirada hacia el cielo, mientras decía: “por favor, Dios tráeme un perro”.
¡¡¡GLUP!!!, ¡¡¡GLUP!!!, ¡¡¡GLUP!!! Quedé impresionada y me dejé llevar por el instinto de satisfacer el deseo de mi hija; tomé el teléfono en mis manos y, sin pensarlo, llamé a Fernando (mi maestro en asuntos perrunos)... Al cabo de una semana, un nuevo miembro llegaba a nuestra casa y con él nuevas relaciones y vías de comunicación.
Hoy, tres años después de haber iniciado aquella aventura a ciegas, convivimos en nuestra casa con dos perros: Suerte y Gupi –mis, nuestros perros-. Hemos forcejeado y mostrado nuestras polaridades en muchísimas ocasiones. Pero, de lo que sí estoy segura es de que Ellos me han mostrado el mundo desde una perspectiva diferente: me han ayudado a modelar mi carácter y sentirme segura; me han enseñado a actuar con calma y paciencia; me han proporcionado energía cuando más la necesitaba; me han sacado de casa a pasear para disfrutar de las mañanas primaverales, las noches de verano, las tardes de otoño; me han dado su calor en el invierno; hemos corrido por el bosque como locos bajo la lluvia en invierno... en definitiva: con ellos he aprendido a valorar -en su justa medida- todo lo que me rodea y sobre todo a disfrutar de los más pequeños detalles de la vida.

En la actualidad siguen sin hablarme con las palabras que yo entiendo con la mente y, sin embargo, nos comprendemos perfectamente utilizando el lenguaje energético. Mis perros me han enseñado a utilizar, desde su presencia en mi vida, técnicas como EFT, Reiki...

Gracias a ellos he conseguido aceptarme a mí misma; he descubierto y reconocido a mi parte animal y me doy permiso diariamente para sentirla y experimentarla.
Son Mis –nuestros- Perros y los acepto y los amo como son. Realmente son mis amigos perfectos... mis mejores amigos.
GRACIAS A ELLOS HOY ME SIENTO COMPLETA.

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